Cada año se diagnostican alrededor de 10 millones de nuevos casos de demencia en todo el mundo, y la enfermedad de Alzheimer es la forma más frecuente: representa entre el 60% y el 70% de las personas afectadas, según estimaciones de la Organización Mundial de la Salud. La demencia se ubica como la séptima causa de muerte a nivel global y se calcula que la cantidad de pacientes podría triplicarse hacia 2050. Sin embargo, distintos estudios comienzan a mostrar que hay factores que podrían modificar esa proyección.
En los últimos años, investigaciones clínicas habían sugerido que la vacuna contra el herpes zóster en adultos mayores estaba asociada con un menor riesgo de desarrollar demencia. Más recientemente, un análisis de la Universidad de Oxford, publicado en la revista npj Vaccines, reforzó esa línea de evidencia con un hallazgo adicional: la vacuna contra el virus sincicial respiratorio (VSR) también mostró una reducción significativa del riesgo.
El trabajo, que revisó más de 430.000 historias clínicas, señaló que ambas inmunizaciones estuvieron vinculadas con una disminución cercana al 30% en la probabilidad de desarrollar deterioro cognitivo en los 18 meses posteriores a la aplicación. La gran incógnita aún por resolver es si estas vacunas logran prevenir la demencia o si únicamente retrasan su aparición.

Alejandro Andersson, director del Instituto de Neurología de Buenos Aires, destacó que se trata de un hallazgo “muy interesante” con dos vacunas de uso habitual. Subrayó que lo más novedoso es que ambas comparten un mismo adyuvante, el AS01, que parece estimular al sistema inmune de una forma que podría proteger al cerebro, disminuyendo la inflamación y posiblemente la acumulación de proteínas como la beta-amiloide. Esta última, en concentraciones elevadas y formando placas en el cerebro, se relaciona con la disfunción de la memoria y la enfermedad de Alzheimer.
Un adyuvante es una sustancia que se incorpora a ciertas vacunas con el objetivo de potenciar la respuesta inmunitaria. Al estimular a las células defensivas, permite que el organismo reconozca mejor al antígeno y produzca una respuesta más sólida y duradera. No todas las vacunas incluyen este mecanismo.
En el caso de los dos inmunizantes analizados, ambas utilizan el adyuvante AS01. Andersson explicó que se trata de una sustancia compuesta por MPL, un derivado detoxificado de una molécula bacteriana que activa el receptor Toll-like 4, y por QS-21, una saponina purificada del árbol Quillaja saponaria. Ambos elementos se formulan en liposomas, lo que mejora su entrega y eficacia. Su acción, detalló, estimula células dendríticas y macrófagos –consideradas las centinelas del sistema inmune– y desencadena una cascada de citocinas que activa linfocitos T y B, generando una respuesta más intensa y prolongada que la vacuna sola.
Lo interesante, resaltó el neurólogo, es que este adyuvante ya se emplea en productos muy conocidos. Por ejemplo, en la vacuna contra el herpes zóster, una infección viral que provoca erupciones dolorosas en la piel y se previene con la Shingrix; también se utiliza en la vacuna contra la malaria, enfermedad transmitida por mosquitos que causa fiebre y anemia, conocida como RTS,S/AS01. Más recientemente, se está probando en estudios clínicos de la vacuna contra el virus sincicial respiratorio, responsable de infecciones respiratorias en bebés y adultos mayores.
Además de reforzar las defensas contra estas enfermedades, se sospecha que el AS01 podría tener un efecto neuroprotector, es decir, la capacidad de proteger al sistema nervioso. Su acción inmunomoduladora —es decir, reguladora del sistema inmune– estimula la producción de interferón gamma, una proteína clave que ayuda a las células defensivas a controlar infecciones. Gracias a este mecanismo, podría contribuir a reducir la inflamación cerebral y disminuir la acumulación de placas amiloides, consideradas una de las huellas características del Alzheimer.
En busca de una explicación definitiva
La gran incógnita aún por resolver es si estas vacunas logran prevenir la demencia o si únicamente retrasan su aparición, y durante cuánto tiempo se mantendría ese beneficio. “Lo seguro es que abre una vía muy prometedora, que es pensar en la inmunomodulación, además de la prevención de infecciones, como herramienta para reducir el riesgo de Alzheimer”, sostuvo Andersson. A la vez, consideró que este hallazgo constituye “una señal fuerte de que es necesario seguir investigando, con ensayos clínicos específicos, si este tipo de estrategias puede convertirse en una verdadera medida preventiva a gran escala”.
La hipótesis más fuerte entre los investigadores es que el AS01 actúe a través de mecanismos inmunológicos específicos. Ensayos en animales ya habían mostrado que la estimulación de receptores del sistema inmune como el Toll-like 4 puede mejorar alteraciones vinculadas con el Alzheimer.
De todas formas, todavía no hay una explicación definitiva. Una de las posibilidades es que el efecto protector se deba a que estas vacunas reducen directamente el riesgo de infecciones. Cada vez hay más evidencias de que ciertos cuadros infecciosos pueden aumentar la probabilidad de desarrollar demencia. No obstante, el hecho de que la reducción en el riesgo se observe a los pocos meses de la vacunación sugiere que hay otros mecanismos en juego.
Andersson concluyó que el hallazgo de Oxford abre una puerta que hasta ahora no existía en la prevención de una enfermedad que, de no mediar avances, podría afectar a más de 150 millones de personas en 2050.
Un estudio de la Universidad de Oxford detectó que los inmunizantes contra el herpes zóster y el virus sincicial respiratorio disminuirían hasta un 30% el riesgo de demencia Sociedad

