Fue la Annie argentina en el icónico musical, pero de eso ya pasaron más de 40 años y Noelia Noto siguió trabajando en teatro, televisión y cine. Estuvo en Pelito, Clave de sol, Regalo del cielo, Casi todo casi nada, Alta comedia, El garante y tantas más. Luego, se fue a vivir y a trabajar a España, la vida la golpeó con algunos problemas de salud, pero se recuperó. En los últimos años, decidió pasar algunos meses en Madrid y otros en Buenos Aires por amor, ya que se enamoró de un argentino. De todo eso y mucho más habló con LA NACION, en una charla íntima en la que también confesó sus deseos y sus miedos.
-Te fuiste hace muchos años a vivir a Madrid, ¿volviste al país?
-Vivo allá y acá, un poco y un poco. Me fui en febrero de 2006 y el día que puse un pie otra vez acá fue el 18 de septiembre de 2023. Estuve de vacaciones muchas veces y cada vez que venía a la Argentina tenía ganas de quedarme y alargaba las estadías; no me alcanzaba el tiempo para ver a todos los amigos y todas las obras de teatro. Y a la familia también, claro, pero me tiraba más una energía porque soy de acá. Estaba feliz con mi vida en Madrid y trabajando, pero después de la pandemia todo se enrareció un poco y yo también tuve una crisis existencial.
-¿Cómo fue esa crisis existencial?
-Me fui a vivir durante cuatro meses a una finca rural en un paraje natural en Bolonia, en el sur de España. El espacio es sede de un montón de cursos: yoga, mindfulness, talleres de ternura, círculos de mujeres, y todos los años iba y me quedaba una temporada para hacer algún curso, y siempre tuve el deseo de hacer la experiencia de vivir ahí. El lugar era paradisíaco, estábamos en medio del monte. Yo me levantaba viendo Marruecos porque está en el Parque Natural del Estrecho y se ve África. Y ves la cala de la playa también. Allí tuve Covid con 40 grados de fiebre y estuve 15 días en la cama, cumpliendo mis 50 años en reposo. A partir de ahí, mi cuerpo físico, energético y emocional quedó descolocado. Ya tenía un pasaje para venir a la Argentina por tres meses. El 2022 fue un año complejo internamente en el que tuve una especie de reseteo interno. Había tenido otros en mis procesos de salud cuando tuve el cáncer de ovario y después me rompí la cadera.
-¿Qué te pasó?
-A los tres años de recuperarme del cáncer me rompí la cadera en un accidente de bicicleta. Ya estaba mejor, porque me costó mucho recuperar la fuerza, pero todo me costaba un montón. Entonces había empezado a ejercitar de a poco, estaba en la bicicleta eléctrica, agarré un pozo, volé por los aires y caí con las piernas abiertas. No había nadie en la calle porque era pleno verano y se acercó una parejita de extranjeros que me ayudaron y llamaron a urgencias. Fue en 2019 y tuve seis meses de recuperación, pero estar bien me llevó casi un año…
-Después pasaste parte de la pandemia en Buenos Aires…
-La pandemia me agarró en Buenos Aires y me vino bien porque estaba haciendo una formación en bioneuroemoción, que es otra de mis pasiones; las terapias alternativas y acompañar a las personas en sus procesos. En España la pandemia fue muy severa en cuanto a la normativa, y acá estaba con mi papá, en una casa con jardín. Fue ideal. Volví en julio porque tenía un casting y empezaban a levantarse las restricciones. Filmé una película para Navidad, Reyes contra Santa e interpreté a la Befana, que es una bruja italiana. Además, necesitaba volver porque soy la presentadora oficial de los Premios Quirino a la animación iberoamericana, que es un festival que se hace en Tenerife.
-¿Y por qué pensaste en volver a vivir a Buenos Aires?
-Porque quiero a la patria… La dueña de la casa que alquilaba necesitaba venderla, así que tenía que mudarme; viví 12 años ahí, así que tenía muchas cosas que metí en tres bauleras. Me quedé en casa de un amigo, Guillermo Hermida, que es dramaturgo y director, y cuando vine alquilé un departamento en San Telmo. Una semana antes de regresar a España conocí a quien hoy es mi pareja, Dino.
-¡Te enamoraste!
-Mucho. Es el hermano de una amiga mía, pero lo conocía de nombre porque siempre estuvo casado. Y aparte porque esta amiga es de Quilmes y yo me movía en Capital. Hasta que un día fui a comer un asado y estaba el hermano, que se había separado. En ese momento no pasó nada, pero en el viaje siguiente sí. Y desde entonces estamos juntos. Es licenciado en ciencia de datos, un tipo sensible con el que comparto muchas cosas.
-¿Y qué te gustó de él o de esos encuentros?
-Me gustó que se haya animado a decirme lo que sentía. Muchos hombres no se permiten ser vulnerables. Me dijo: “Vos sos una mujer de la que yo me podría enamorar”. Salimos dos veces fuera de lo que era el ámbito familiar y esa segunda vez me acompañó a mi casa, nos dimos un beso y sentí las mariposas en la panza [risas]. Fue muy hermoso, lo suficiente como para postergar mi vuelta tres semanas porque necesitaba conocerlo. Ahora tenemos nuestra casa acá y nuestra casa allá. En el otro viaje me quedé siete meses en Buenos Aires y antes de venir festejé mi cumpleaños en Madrid, con todos mis amigos.
-¿Una especie de despedida?
-Sí, fue una especie de despedida, pero más que nada de agradecimiento porque ahí viví mis procesos de salud y mis amigos fueron mis bastiones. Por cuatro meses no pude caminar cuando me rompí la cadera y después usé andador y me costó volver caminar. Y ahí estaban ellos, mis amigos. Era una etapa que se cerraba, pero se abría otra. Me fui a España siguiendo un amor y a los dos años nos separamos, pero me quedé porque me estaba yendo bien en el trabajo y cada vez que me quería volver aparecía un proyecto. Perdí un embarazo de ese novio y también fue duro. Hoy estoy feliz y agradecida de poder compartir la vida con una persona como Dino.
¿Volver a Annie?
-¿Tenés proyectos de trabajo?
-Tengo un proyecto con una directora argentina, María Álvarez. La conocí cuando vi su primer largometraje documental, Las cinéfilas, sobre un grupo de adultas mayores que se juntaban a ver cine todas las semanas. Me la presentó un amigo e hicimos match enseguida; ella también va y viene porque está casada con un español. La idea es hacer una obra de teatro relacionada a Annie y todo ese mundo. Y me atravesó lo que me dijo porque para mí Annie no fue solamente mi primer trabajo como actriz.
-¿Qué fue Annie para vos?
-Muchísimo. Con los años me enteré de que en la única sesión de terapia que hizo mi mamá supo que quería ser actriz. Ella me llevaba a los castings, no se lo pedía yo… Eso me marcó muchísimo porque, de alguna manera, mi trabajo y yo éramos su razón de vivir. Fue una mochila un poco pesada… Y fui Annie de casualidad. Nunca le pedí a mi mamá: “quiero cantar, quiero bailar, quiero actuar”…
-¿Y cuándo elegiste este camino conscientemente?
-Muchos años después, tomando clases con Julio Chávez, que fue mi maestro. Ya había hecho un montón de trabajos, pero ahí empecé a sentir placer por actuar. En ese momento estaba haciendo la novela Casi todo casi nada. Hasta ese momento lo hacía porque tenía que hacerlo: iba a la escuela, era buena alumna, abanderada. Llegué a anotarme en la facultad de Ciencias Económicas. Entonces Annie representa mucho más que mi primer trabajo, y a lo largo de todos estos años también aprendí a apreciarlo mucho más.
-¿Por qué?
-Durante años me identificaron mucho con Annie y llegó a molestarme un poco. Después me reconcilié cuando la gente me reconocía hasta en Madrid por Annie y me decía cuánto había significado para ellos. O recordaban el concurso por el cual me eligieron. Tengo guardadas cartas que me escribían las nenas y los nenes, y hace poco las leí y fue muy emocionante. Tengo una muñequita que me hicieron en madera terciada y el libreto original. Me fui trayendo cosas de lo de mi papá y me di cuenta de la dimensión que tuvo.
-¿Qué te acordás de ese concurso en el que te eligieron para ser Annie?
-Se hizo un casting muy grande, primero eligieron cuatro grupos de siete nenas cada uno, se transmitió por Canal 13 en un programa que se emitía los sábados y conducía Juan Alberto Mateyko, Buscando a Annie. Había un jurado, cantábamos una canción e íbamos pasando. Paralelamente, ensayábamos porque la final se anunció en vivo y nadie sabía quién iba a ser Annie. Me acuerdo de que estaban Eleonora Wexler y Nancy Anka también. Cuando dijeron que la Annie argentina era Noelia Noto, no pude parar de llorar y en primera fila veía a mis papás y a mis hermanas superemocionados también. Me acuerdo de que se transmitió desde el Lola Membrives. Y seguí trabajando porque mi mamá fue mi mejor representante. Después hice Pelito que era mi programa favorito.
-Ahora vuelve Annie a la calle Corrientes, ¿te llamaron?
-No, no me llamaron, pero leí que Nico Vázquez va a producir Annie y en el mismo teatro, en el Lola Membrives. Hay algunos nombres dando vueltas y si tuviera que elegir un personaje me gustaría hacer el que interpretó Jovita Luna: el de la institutriz de los huerfanitos, Miss Hannigan.
-Además de actuar, ¿qué hiciste todos estos años?
-Estudié medicina de plantas, ayurveda, y tengo una certificación en bioneuroemoción, que estudié con Enric Corbera. Hay toda una parte que se despertó a partir de mi enfermedad, aunque yo le digo proceso de salud porque enfermedad tiene esa connotación negativa. Cuando tuve cáncer me operaron y después hice quimioterapia. Tuve revisiones cada tres meses y luego una vez al año por cinco años hasta que me dieron el alta. A partir de eso empecé a hacerme un montón de preguntas porque eso no pudo pasar en vano. No me quise sacar la enfermedad encima, sino descifrar qué era lo que me venía a mostrar sobre cómo estaba gestionando mi vida a nivel emocional. Me interesa, entonces, acompañar a la gente en sus procesos y algo de eso voy a hacer uniendo todas las técnicas que aprendí porque creo que todos vinimos para algo. Me moviliza que mi paso por este plano tenga un sentido para poder colaborar o hacerle la vida mejor a otras personas.
Vivió en tierra española durante casi veinte años, allí desarrolló su profesión, pero sus orígenes pesaron con el tiempo y también un inesperado romance Personajes

