• 31 de octubre de 2025 00:39

Khenpo Rinchen Gyaltsen: “Las esperanzas son tóxicas porque la otra cara de esta moneda es el miedo”

Porradioplayjujuy

Oct 22, 2025

Su voz induce estados alfa de conciencia. Mirada transparente, ligero acento gringo, magro casi etéreo, el maestro Khenpo Rinchen Gyaltsen se asoma amable al zoom y parecería que nació lama, envuelto de naranja y granate. Sin embargo, Alejandro Vega Martínez (53), tal su nombre, es uruguayo y se crio en Nueva Jersey. El más importante y conocido difusor del budismo Sakya en el mundo de habla hispana es hijo de gallegos de Pontevedra. Mamá ama de casa y papá técnico de rayos X se afincaron en el Río de la Plata luego de la Guerra Civil, pero cuando él tenía ocho años partieron al norte, donde vivía otra parte de la familia. Desde pequeño lo cautivó el tema del karma, la muerte, qué pasa cuando partimos y “otros misterios” -confiesa- y le pidió a su mamá no participar del catolicismo, religión que profesaban sus padres.

Perseguir el sentido de la vida fue la gran pulsión de su juventud. Empezó a estudiar Economía en la Universidad de Rutgers porque todos en la familia decían que era bueno para eso, pero abandonó: sentía que era un ambiente “egocéntrico y materialista”. Finalmente se graduó en arte y psicología, estudió fotografía y trabajó como diseñador gráfico. Pero nada lo conformaba. Comenzó a meditar con un grupo budista y poco después, gracias a la recomendación de su lama mentor en Nueva York, emprendió su primer viaje en solitario a la India.

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Iniciático peregrinaje donde absorbió los conocimientos del Buda y las enseñanzas de los maestros, primer paso de un camino que convertiría a Alejandro Vega Martínez, entonces de 25 años, en el Venerable Khenpo Rinchen Gyaltsen. El mismo que dirige el Centro Budista Sakya de Pedreguer, en Alicante, y que fundó Paramita, una conocida plataforma digital que viene creciendo desde la pandemia. Con dos millones de seguidores en las redes, imparte más de un centenar de cursos a los que asisten miles de personas en formato presencial y online. Podría decirse sin temor a error que una de las razones de su exponencial difusión es la forma simple con la que explica al oído lego las complejidades de la filosofía budista. Adquirió esta aptitud en el largo tiempo de formación y estudios en monasterios de la India, Nepal y Tíbet, que incluyó muchas horas de puntillosa traducción al inglés y al español de esenciales obras de esa disciplina. En 2013 su maestro, Gongma Trichen Rimpoche (Shigatse, 1945), autoridad máxima de la tradición Sakya y segundo en la jerarquía espiritual del budismo tibetano luego del Dalai Lama, lo designó para difundir lo aprendido en el mundo hispanoparlante desde el monasterio de Pedreguer. Actualmente Khenpo Rinchen está de gira por Ecuador, Bolivia, Uruguay y la Argentina con el seminario único intensivo Entrenamiento Mental Susurrado al Oído. En Buenos Aires lo presentará en el teatro Astral del 30 de octubre al 2 de noviembre y las entradas se agotaron en septiembre. Pero a él no le sorprende. “Es asombroso el interés que hay hoy en Argentina y en Buenos Aires en particular, como en otros países de la región. Las enseñanzas del Buda están llamando la atención de personas que están en una búsqueda y quieren herramientas contemplativas para lograr más equilibrio. Hay un despertar de conciencia en todo Latinoamérica, que ha ido en aumento desde que empecé a viajar, en el 2006. Y no me refiero a cantidad sino la calidad de la participación. Veo personas maduras, educadas y muy informadas sobre el budismo”.

Hay un despertar de conciencia en todo Latinoamérica, que ha ido en aumento desde el 2006

-¿Cómo debería llamarlo?

-Como quieras. Ahora me dieron el título de Khenpo, que es abad, pero muchos me llaman lama, que es maestro o, simplemente, como tú quieras. Lama es un título, Khenpo es otro título y Venerable, otro. Venerable creo que es un título general para todos los ordenados, todos los monásticos. Y Khenpo quiere decir alguien que está a cargo de una institución, un monasterio o algo así, como yo, en el centro de Pedreguer.

-¿Qué va a susurrar al oído el taller de la Argentina?

-Voy a compartir una enseñanza muy curiosa. Es un género de literatura tibetana muy importante porque resume en claves todo el camino espiritual. El Entrenamiento Mental Susurrado al Oído es una antigua enseñanza transmitida por Sumpa Lotsawa (NdelaR: un lama tibetano que vivió entre el siglo XII y el XIII) luego de recibirla en una visión que tuvo en la India.

-Deme un ejemplo por favor.

-Uno de los ejemplos que hay en esta literatura es: “Tú eres tu mejor testigo”. ¿Qué quiere decir esto? Que el éxito no puede depender de lo que dicen los demás. Tú tienes la última voz, tú te conoces dentro de ti, entonces, tú vas a saber si realmente estás mejorando.

-¿Y cómo lo sabría?

-Observando cómo reaccionas cuando la vida te sorprende. No cómo reaccionas cuando estás en un templo, sino cuando te pierden la valija en el aeropuerto. A ver qué emociones surgen en ti en ese momento, cuánto autocontrol tienes, cuánta paciencia. Ahí realmente te conoces.

-¿Cómo se alcanza esa templanza?

-A través del desarrollo y ejercicio de las perfecciones, virtudes o paramitas. Son seis: generosidad, ética, paciencia, esfuerzo (o perseverancia), meditación y sabiduría.

-¿Podemos avanzar un poco más?

-El secreto está -una vez más- en conocernos bien. Si tú sabés qué pasa cuando la ira te nubla la visión y entiendes el mecanismo y lo perdonas en ti, luego viene la empatía hacia los demás. Tienes que aceptarte plenamente, en lo bueno, lo malo y lo feo. No es fácil porque a veces las personas se autoconvencen de que no deben pedir perdón. Ojo con lo que nos decimos a nosotros mismos, porque el autosabotaje es un gran peligro. Otro punto: no aferrarse a las expectativas. Si pasa esto seré feliz, si pasa lo otro… y así. Hacemos que la felicidad dependa de que eso se cumpla. No es simplemente un decreto o aspiración. Es una expectativa cristalizada que, por sí sola, crea estrés. Si hay esperanza hay miedo. Parece loco porque el mundo se basa en la esperanza. Los grandes maestros, yoguis, dicen “las esperanzas son tóxicas” porque la otra cara de esta moneda es el miedo. Porque tenemos miedo de que lo esperado no ocurra.

-¡No se puede vivir sin esperanza, maestro!

-Pues sí, porque hay otra energía, otro combustible, que es sano y no tiene contraindicación. El optimismo, algo que tiene un poco de locura, pero una locura sana, porque el optimismo no juega el juego de las garantías. Es atrevido. “Mira, no sé lo que va a pasar mañana pero será fantástico”. A quien piensa así no lo para nadie. Pero si de todo lo que puede pasar mañana tú dices “quiero que pase esto y solo esto”, la amargura y frustración están garantizadas.

-¿Qué propone el budismo ahí?

-La palabra es karma. Lo que está pasando tiene que ver contigo, y si te empeñas en encontrar un culpable de que las cosas no ocurrieron como esperábamos, lo encontrarás. El karma dice que nuestra vida tiene muchas causas y condiciones, pero la causa principal somos nosotros. Lo que nos toca, lo que vivimos, la gente que se acerca a nosotros, tiene que ver con nosotros. Nuestro karma lo atrae. Y si mirás con cuidado reconocerás los patrones. Se suele atraer el mismo tipo de personas. ¿Por qué? Porque lo necesitamos, porque hay ahí una lección para aprender. Debemos pensar esto: aunque estoy un poco frustrado, esto es para mi bien. Esto es una oportunidad de desarrollo, un reflejo de mi estado de conciencia.

-¿Qué lo atrajo del budismo concretamente?

-A mí particularmente me atrajo la profundidad y el pragmatismo del budismo. Hasta ese entonces, podía ver el fondo de la teología, la filosofía o la espiritualidad que se me estaba explicando, pero en el Dharma yo veía que llegaba a un nivel muy profundo, a un nivel no dual donde la lógica binaria no llega. Y eso es muy atractivo.

-Complicado de entender…

-Hay un cierto nivel de la realidad al que solo podemos acceder a través de una experiencia directa, no conceptual, intuitiva. Ese es el primer punto. Y después, los lamas que conocía, los tibetanos, eran personas muy prácticas, o dogmáticas, que buscan resultados, maneras para desarrollar un cambio positivo. El Dharma no se basa en buscar respuestas ontológicas, sino quiere medios habilidosos para lograr más bienestar, más equilibrio, más ética, más coherencia. Para ser una mejor persona, básicamente. Por eso aporta muchas estrategias y herramientas para mejorarnos internamente.

Hay un cierto nivel de la realidad al que solo podemos acceder a través de una experiencia directa, no conceptual, intuitiva

-Antes de ir a las herramientas defina el Dharma, por favor…

-Dharma es una palabra en sánscrito que tiene muchas interpretaciones, pero cuando aparece en mayúscula normalmente se refiere a las enseñanzas que impartió el Buda en formato de discursos o diálogos. En este contexto el Dharma es el estado espiritual y a la vez el camino que introdujo él para acceder a ese estado.

-Vamos a las principales estrategias…

-El planteamiento del Buda se puede resumir en tres disciplinas avanzadas. Conducta, meditación y sabiduría. En ese orden. Necesitamos tener cierto control sobre nuestra conducta física y verbal para acceder a la mente. Si nuestra vida es caótica, no hay paz interna posible. Vida muy sana y armoniosa, ética, hábitos sanos. Luego educar la mente, entrenarla para que sea cada vez más disponible y no distorsione la realidad. Y una vez que la mente es nuestra, transparente y pura, podemos emplearla como un telescopio muy refinado para explorar la realidad.

-¿Qué me dice de la sabiduría?

-El más importante. Primero hay que informarse a través del estudio y la escucha de personas sabias, lo que nos va a dar la sabiduría del conocimiento. Luego debemos procesar esos datos, reflexionar y contemplar lo escuchado y leído para adquirir el segundo nivel de sabiduría, que es la sabiduría de la comprensión, la certeza de que esto es así, que este es el estado de amor, el estado de compasión. Tercera fase, la meditación. Quiere decir cultivar esa verdad, regresar una y otra vez a ese estado puro que has descubierto en la reflexión e integrarlo. Hacerlo tuyo, normalizar hasta el punto que predomine en ti. Entonces, eso nos da la sabiduría de la gnosis o la experiencia directa de esa verdad.

-¿Qué le aconsejaría a quienes dicen “No sé meditar, no puedo, no me concentro”?

-Si tenemos mente, podemos meditar. Es una tarea muy difícil porque estamos muy mal educados. Nuestra mente está viciada. Ocurre que cuando comenzamos por el entrenamiento mental aparecen cambios, nos volvemos más sensibles, la conciencia se expande, estamos más receptivos, y esto es muy bueno. Pero puede ser un shock para el sistema. Esa apertura puede provocar temor, pero es la tarea que más vale la pena, independiente del ámbito donde nos desarrollamos en el mundo. Entonces, si queremos mejorar nuestra condición a todo nivel no hay nada mejor ni más exitoso que mejorar la condición de nuestra mente.

-¿Cómo?

-Hay que nadar contra la corriente y empezar a desarrollar hábitos sanos dentro de nosotros. Luchar contra la resistencia interna por aferramiento. Si queremos madurar para que nuestra vida cambie tenemos que trabajar en ello. Lograr ese equilibrio emocional tendrá un impacto inimaginable en nuestras vidas, es algo bellísimo. Pero no inmediatamente. No hay atajos. Y los que hay, traen problemas. No es una rampa. Los cambios surgen en escalones. Das un saltito y hay un minishock; viene una meseta donde nada cambia y te acostumbras. Y si todo va bien, y sigues meditando, otro salto, otro escalón, otro nivel. Y así.

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-Para los que recién empiezan, ¿cuánto tiempo se debe meditar?

-Media hora por día es un buen comienzo, todo depende de la persona. Entre veinte y treinta minutos.

-¿Cómo hacer para que el sueño o el aluvión de pensamientos no saboteen la meditación?

-Hay muchos obstáculos para desarrollar una práctica meditativa y la mayoría son internos. La somnolencia puede ser inicial al comienzo. Para eso es necesario dormir lo suficiente. En este tiempo quitamos horas al sueño y el cuerpo lo cobra. Otro punto: meditar antes de comer o en ayunas. Empezar con respiraciones abdominales profundas y lentas y centrando la atención en ellas. Vendrán pensamientos distractivos, claro, los dejamos pasar y suavemente volvemos a la respiración.

-¿La postura es muy importante, verdad?

-Ese es otro aspecto clave. Debemos estar sentados muy erguidos pero no tensos ni tampoco reclinados, sino relajados, con la cabeza ligeramente hacia abajo. De ser posible en el suelo, sobre un almohadón más bien duro. Algunos yoguis se relajan previamente con ejercicios de estiramientos, taichí o chikung. Logrado todo esto vendrían algunos microajustes. Para el sopor, por ejemplo: entreabrir los ojos, llevar ligeramente la cabeza hacia atrás, dar más claridad a la habitación y bajar la temperatura o desabrigarse un poco. Si se nota uno agitado: más calor, menos claridad y llevar la barbilla ligeramente hacia abajo.

-Es fotógrafo, toma su cámara y fotografía la Tierra desde el espacio. ¿Qué estado espiritual ve?

-Una gran tristeza, incluso detrás de las sonrisas. Hoy más que nunca. Soledad, incertidumbre… Vivimos en una sociedad muy individualista, donde el ser humano se desconecta del todo y eso aumenta la presión psicológica, el estrés y la ansiedad. Por ahí el interés por instrumentos contemplativos que nos conecten con nosotros mismos.

-¿Le parece que vamos hacia allí?

-Sí, lo que hoy en día parece estar definido por cultura, realmente está definido por niveles de conciencia. Cuando nuestra identificación base cambia, también lo que vemos ahí afuera en el mundo cambia. Lo que llamamos gobierno, familia, arte, filosofía, espiritualidad, todo es un reflejo de nuestro nivel de conciencia.

-¿Qué diferencia al budismo de otras filosofías?

-Para mí, el budismo abarca una franja más amplia que ayuda a desarrollar una sabiduría más profunda para lograr la iluminación, el último nivel. Otras filosofías o espiritualidades tienen otros rangos. El budismo da herramientas para lograr estados de samadhi o absorciones meditativas para comprender tu mente a un nivel más profundo.

Samadhi requiere una explicación.

Samadhi es una palabra sánscrita y representa un estado voluntario que uno desarrolla y en el cual se está absorto en lo que quiere, libre de toda distracción. Un estado de paz, de armonía en tu mente, en donde la puedes enfocar, volcar, invertir lo que tú quieres hasta que tú quieres. Eres dueño de tu propia mente. A ese período de absorción meditativa le llamamos el samadhi.

– ¿Iluminación?

-Iluminación es la culminación del ser en donde despertamos a la realidad. Quiere decir que descubrimos el estado primario de nuestra mente, que hoy se ve velado por muchos oscurecimientos. Es un estado no conceptual, no dual, más allá de las palabras, inefable. Puede ser fuerte si no estamos preparados para ello. Es necesario acceder con mucho amor y compasión, porque si no, da miedo. Si estamos llenos de amor y de compasión, entonces es gozo, dicha y plenitud.

-Dice que siempre le interesó el tema de la reencarnación y las vidas pasadas. ¿Sentía que había vivido otras vidas?

-No, no tenía la más mínima sospecha. Nunca he tenido una experiencia así, extraordinaria. Pero tenía sentido. Entonces, cuando me abrí a la posibilidad de considerar la reencarnación empecé a explicarme muchas de las experiencias o de los aconteceres que las personas viven. Y entonces, todo encajó.

-Su agenda es apretadísima, viajes conferencias, mucho trajín, pero se lo ve calmo.

-Pues sí, nunca me imaginé estar en esta posición, ser un personaje público y tener este papel de viajar y hacer eventos y dar discursos y demás. Entonces, humildemente, voy haciéndolo lo mejor que puedo. Creo que el que más se aprovecha de todo esto soy yo mismo. Cuanto uno más da, más recibe.

Para Khenpo Rinchen Gyaltsen, cuanto uno más da, más recibe

-¿Alguna vez se cuestionó este camino?

-Me cuestioné mucho la idea de ser un monje, porque en el budismo no es necesario ser un monje, uno puede ser un practicante laico y hay ejemplos de grandes practicantes laicos. Mi maestro está casado, por ejemplo. Antes de hacer los votos me cuestioné mucho, entrevisté a muchos monjes y monjas, me intenté informar mucho, hice mucha reflexión y tomé la decisión.

-¿Cómo lo tomó su familia?

-Mis abuelas empezaron a llorar. ‘No me hagas esto, yo quiero bisnietos’. Estaban tristes, más que nada por desconocimiento. Pero luego fueron conociendo a otros budistas y empezaron a entender que no solo existe el catolicismo en el mundo. Hay otras tradiciones muy sanas que también se dedican a mejorar la sociedad. Y ahora (ellas) están alegres y me apoyan.

-¿Y con sus padres cómo fue?

-Mi familia es, por supuesto, española y católica, pero a mí nunca me interesó el catolicismo. Por eso le pedí a mi madre no participar en la Iglesia. Lo que le quiero decir es que no tenía ninguna inclinación religiosa. Lo mío fue más un interés por acceder a instrumentos para mejorar mi condición humana. Con el tiempo mi madre se fue acercando y ahora está muy interesada, viene casi todos los años aquí a hacer un retiro con nosotros. Ella vive entre los Estados Unidos y Galicia.

-¿Qué recuerda de cuando era Alejandro Veiga Martínez?

-Una infancia muy linda, con una familia extendida, muy, muy amplia, con mucho amor, mucho cariño. Siempre estaba rodeado de mucha familia y muchos amigos, porque los gallegos especialmente se mantenían muy conectados. Fui el más mimado de una familia extensa y no se me borran de la memoria las largas cenas de 20 o 30 personas donde jugábamos a la brisca (juego de naipes con baraja española) hasta las tantas horas de la noche.

​El lama uruguayo, director del Centro Budista Sakya de Pedreguer, en Alicante, y fundador de Paramita, una conocida plataforma digital, acerca los principios del budismo y e invita a desarrollar generosidad, ética, paciencia, esfuerzo, meditación y sabiduría  Salud