El efecto Lollapalooza logró que se edite en Argentina el cuarto disco de St. Vincent, el proyecto de la talentosa cantante Annie Clark. Es una publicación a destiempo, pero subsana un olvido imperdonable como el de no fabricar por aquí uno de los mejores discos del año pasado. Es la obra que tiene a la tejana tan freak como popular en sus composiciones; en otras palabras, entregando desarrollos entrecortados y nada lineales, al mismo tiempo que los anexa con estribillos gloriosos.
Como si su interrelación con David Byrne en Love this giant la hubiera marcado a fuego. Con pulsión robótica que no riñe con guitrarras rabiosas, en el repertorio bailable se imponen Rattlesnake, Birth in reverse y Digital witness, que son milagros de edición pop en clave collage. Más allá de tanto gesto vanguardista, Annie también hace espacio para baladas hechas y derechas como Prince Johnny, cuyo preciosismo la eleva a la categoría de estándar para que sea interpretada por cualquier garganta con intenciones devocionales. Ahí está el punto, el disco acerca himnos perdurables, sólo que su creadora no optó por el camino más corto.
El efecto Lollapalooza logró que se edite en Argentina el cuarto disco de St. Vincent, el proyecto de la talentosa cantante Annie Clark. Es una publicación a destiempo, pero subsana un olvido imperdonable como el de no fabricar por aquí uno de los mejores discos del año pasado. Es la obra que tiene a la tejana tan freak como popular en sus composiciones; en otras palabras, entregando desarrollos entrecortados y nada lineales, al mismo tiempo que los anexa con estribillos gloriosos.Como si su interrelación con David Byrne en Love this giant la hubiera marcado a fuego. Con pulsión robótica que no riñe con guitrarras rabiosas, en el repertorio bailable se imponen Rattlesnake, Birth in reverse y Digital witness, que son milagros de edición pop en clave collage. Más allá de tanto gesto vanguardista, Annie también hace espacio para baladas hechas y derechas como Prince Johnny, cuyo preciosismo la eleva a la categoría de estándar para que sea interpretada por cualquier garganta con intenciones devocionales. Ahí está el punto, el disco acerca himnos perdurables, sólo que su creadora no optó por el camino más corto.