Habrá que preguntarse cuántas de las miles y miles de personas que desde 2011 vienen bailando en fiestas “Pumped Up Kicks” de Foster the People saben que bajo ese pop energético corre una letra que habla de acribillar compañeros por los pasillos del colegio. Lo de Mark Foster, el líder del grupo, ya es un modus operandi: divertir y a la vez asustar, y lo repite -con algunos cambios de estilo- en su último disco, Paradise State of Mind, que salió hace poco más de un mes.
“Mi música es el lenguaje de la esperanza”, dice, y si uno escucha temas como “Lost in Space” -el primer corte de este, su primer disco en siete años- lo puede sospechar: sonidos sintéticos fechados (en espíritu) entre los últimos 70 y los primeros 80, con gancho, ritmo y melodía. Pero las letras, cómo no, tampoco son una celebración: Foster viene de años de mucha intensidad y sus canciones los reflejan. Con Paradise State of Mind todavía fresco y con el pasaje a Buenos Aires comprado para el próximo Lollapalooza, donde también ofrecerá un sideshow, el cerebro de Foster The People elige la confusión.
–En todas tus entrevistas recientes hablaste sobre la necesidad de reflejar en el álbum cierta oscuridad que viste a tu alrededor. ¿Te referís específicamente a una etapa personal difícil, o te afectó el conflicto en la sociedad en general?
–Siento que esas dos cosas van de la mano. Diría que sí, gran parte de este disco refleja las cosas que surgieron cuando me volví sobrio, lo cual es todo un desafío en sí mismo. Cuando vivís de cierta manera, y eso que te hace sentir cómodo como ser humano te lo quitan porque te va a matar, tenés que dejarlo, ¿viste? Para mí fue como aprender a vivir de nuevo, y creo que este disco es una exploración de eso. En última instancia, se trata de mi relación conmigo mismo. El disco trata sobre mi humanidad. Quería ser valiente con cómo hablaba de ello y cantaba sobre cosas que normalmente querría esconder. Las hice públicas. Pero también hay una conversación con Dios, mi idea de lo que es Dios, y ese diálogo divino también sucede a lo largo del álbum. Creo que mucha gente, durante la pandemia y con el estado del mundo, sintió ese mismo miedo y ansiedad. Todos estamos lidiando con ello.
–¿Por qué elegiste la música dance de finales de los 70 como el lenguaje principal para transmitir lo que querías en Paradise State of Mind? ¿Qué recursos te daba esa música?
–Si hubiera hecho este disco con otro estilo de música, podría haber sido realmente deprimente. Pero me interesaba crear algo que pudiera reflejar esa tensión y evolución. En esa época, los artistas evolucionaban tan rápido y mucha de la música de esa era sentó las bases de géneros completos que existen hoy en día. Mirá bandas como Kraftwerk, New Order -Joy Division convirtiéndose en New Order- y cómo usaban sintetizadores con rock y cajas de ritmos. También Depeche Mode. Esas bandas empezaron a sentar las bases de la música house, la música dance y todo tipo de géneros electrónicos. Parliament-Funkadelic, Bernie Worrell en los sintetizadores, Tom Tom Club, todo el funk con sintetizadores que eventualmente se filtró en el neo-soul y el jazz electrónico. Lo escucho ahora en artistas como Tyler the Creator, Steve Lacy, Toro y Moi. Después está Giorgio Moroder y lo que hizo con la sincopación con Donna Summer, y Prince, que se inspiraba en James Brown pero lo superponía con cajas de ritmos para crear algo completamente nuevo. Fue un tiempo tan rico y hermoso para inspirarse. Amo la alegría, y mis letras tienden a ser más cerebrales, más filosóficas, a veces provocativas. Me gusta hablar de temas difíciles, ya sean personales o globales. Pero soy un optimista. Siempre tengo esperanza, y mi música es el lenguaje de la esperanza. Incluso si las letras tratan sobre algo difícil, la música me hace sentir que todo va a estar bien.
–Justamente, cada letra del disco tiene un toque agridulce. “Lost in Space”, por ejemplo, cuenta la historia de alguien que sufre por amor pero también sabe cómo salir de ese dolor. Parece que la esperanza siempre está presente en tu manera de escribir.
–Sí, es así. Escribo lo que necesito sentir. No hay nada como escuchar una canción que te trae alegría. Pero para mí, hay una diferencia entre la alegría y el pop “burbujeante”. La música pop sin sustancia puede ser divertida, y tiene su lugar. A veces solo querés escuchar algo y no pensar. Pero mi arte favorito —ya sea música, cine, lo que sea— me activa. Me hace pensar en preguntas más profundas. Como una película de Charlie Kaufman o una de Stanley Kubrick, te dejan con más preguntas que respuestas. Esa es la manera en la que abordo la música. No quiero que mi música sea escapista. Necesito que se sienta arraigada. Los últimos años han sido duros para todos y quería hablar de eso, pero no quería que la música se sintiera pesada o sin esperanza. La música es este hermoso recordatorio de que el mundo todavía está lleno de magia.
–Hablando de la combinación entre música animada y letras oscuras. ¿Creés que “Pumped up Kicks” fue entendida del todo?
–No, pero esa es la belleza de todo. El hecho de que todavía estemos hablando de esa canción 14 años después es lo que amo del arte. No siempre tiene que haber una respuesta. Hacer la pregunta es suficiente. Puede que nunca se entienda completamente, y eso está bien porque yo mismo no la entiendo del todo. Solo la escribí; estaba canalizando algo. Es como un poema, puede haber muchas interpretaciones, y esa es su belleza.
–Vas a estar en la próxima edición de Lollapalooza Argentina. ¿Qué recuerdos tenés de la edición 2015 y de tus otras visitas?
–Man, es uno de nuestros festivales favoritos para tocar. Tuvimos algunos de nuestros mejores momentos musicales en el escenario en Argentina. Los fans son los mejores. Me acuerdo de la primera vez que tocamos en Lollapalooza, fue el público más grande ante el que habíamos tocado. Ese fue un momento al que siempre volvemos porque, cuando sos una banda joven, empezás tocando para cien personas, y se siente como si fueran un millón. Después tocás para mil y tu cerebro no puede procesarlo. Entonces, cuando te subís al escenario de Lollapalooza por primera vez, y hay 50, 60, 70.000 personas, la energía es abrumadora. Los fans de Sudamérica son los más apasionados del mundo. ¡Argentina se vuelve loca, man! Recuerdo algunos de nuestros shows en solitario en Buenos Aires y la energía en la sala era simplemente eléctrica. Es todo lo que podrías desear como artista, porque te sentís realmente visto y apreciado. Así que no puedo esperar para volver. Sí, recuerdo ese Lollapalooza de 2015. Arctic Monkeys estaban en su gran momento con AM [2013] y recuerdo haber visto su set después del nuestro. Todas las bandas se juntan en estos festivales; estamos todos en el mismo hotel. Es divertido porque, como músicos, generalmente somos un poco lobos solitarios. No nos vemos mucho. Así que, sí, tengo muchas ganas de volver.
Con su hit “Pumped Up Kicks” revolucionaron el pop una década y media atrás; en diálogo con LA NACIÓN, su líder, Mark Foster, habla del nuevo disco, del profundo cambio de vida y de su próxima visita al país, como parte de Lollapalooza Argentina 2025 Música