WASHINGTON.- Durante las últimas dos décadas, Estados Unidos recurrió a sanciones, sabotajes, ciberataques y negociaciones diplomáticas, todo para intentar frenar el largo camino de Irán hacia la construcción de un arma nuclear.
Alrededor de las 2.30 del domingo en Irán, el presidente norteamericano, Donald Trump, lanzó una muestra de descarnado poderío militar que sus cuatro predecesores habían evitado deliberadamente, por temor a sumir nuevamente a Estados Unidos en una guerra en Medio Oriente.
Tras repetir durante días que no podía correr el riesgo de que los mullahs y generales de Teherán que habían sobrevivido a los ataques israelíes dieran el salto definitivo hacia la fabricación de un arma nuclear, Trump ordenó que una flota de bombarderos B-2 norteamericanos apostados a medio mundo de distancia lanzara las bombas convencionales más potentes que existen sobre las instalaciones cruciales del vasto complejo nuclear iraní.
El principal blanco del ataque fue el centro subterráneo de enriquecimiento de uranio de Fordo, una instalación tan profundamente enclavada bajo tierra que Israel era incapaz de alcanzarla con sus armas.
La decisión de Trump de atacar la infraestructura nuclear de una nación hostil representa la mayor y potencialmente más peligrosa apuesta de su segundo mandato: que Estados Unidos está en condiciones de repeler cualquier represalia que ordenen los líderes iraníes contra los más de 40.000 soldados estadounidenses desplegados en bases militares por toda la región de Medio Oriente. Todas esas bases militares se encuentran dentro del alcance del arsenal de misiles de Teherán, incluso después de ocho días de implacable ataque israelí.
Trump también está apostando a que puede disuadir a un Irán seriamente debilitado de vengarse de manera más indirecta a través de sus técnicas habituales: atentados terroristas, toma de rehenes y ciberataques.
Y lo más importante de todo: Trump apuesta a haber destruido toda chance de que Irán alguna vez reconstruya su programa nuclear. Ese es un objetivo ambicioso: Irán ha dejado claro que, si es atacado, abandonará el Tratado de No Proliferación Nuclear, y que su vasto programa nuclear pasará a la clandestinidad.
Por eso Trump centró el ataque en la destrucción de Fordo, la instalación que Irán construyó en secreto a mediados de la década de 2000 y que el presidente Barack Obama expuso públicamente en 2009. Allí es donde Irán estaba produciendo casi todo el uranio enriquecido de grado casi explosivo que tanto alarmaba a Estados Unidos y sus aliados.
Operación limitada y preventiva
El sábado por la noche, los asesores de Trump les comunicaron a esos aliados que la única misión militar de Washington era destruir el programa nuclear, y describieron el complejo ataque como una operación limitada y contenida, similar a la orquestada en 2011 para matar a Osama ben Laden.
“Nos dijeron explícitamente que esto no era una declaración de guerra”, señaló un alto diplomático europeo el sábado por la noche, al relatar la conversación que mantuvo con un alto funcionario del gobierno de Trump.
La diferencia, apunta el diplomático, es que Ben Laden ya había matado a 3000 norteamericanos, mientras que Irán todavía no había construido una bomba.
En resumen, la Casa Blanca argumenta que actuó de manera preventiva, buscando eliminar una amenaza, no al régimen iraní. Habrá que ver si los iraníes lo entienden así…
En su breve discurso desde la Casa Blanca del sábado por la noche, acompañado por el vicepresidente J.D. Vance, el secretario de Estado, Marco Rubio, y el secretario de Defensa, Pete Hegseth, Trump amenazó a Irán con más destrucción si no cede a sus exigencias.
“Irán, el matón de Medio Oriente, ahora debe aceptar la paz”, dijo Trump. “Si no lo hace, los futuros ataques serán a mayor escala y mucho más fáciles”.
“O hay paz, o para Irán será una tragedia mucho mayor que la que hemos presenciado en los últimos ocho días. Recuerden que aún quedan muchos objetivos por destruir”, dijo Trump, y también prometió que si Irán no cedía, los perseguiría “con precisión, rapidez y habilidad”.
En esencia, la amenaza de Trump es ampliar su alianza militar con Israel, que en los últimos ocho días le ha apuntado sistemáticamente a los principales líderes militares y nucleares de Irán, matándolos en sus hogares, laboratorios y búnkeres. Inicialmente, Estados Unidos se desvinculó de esa operación. De hecho, en la primera declaración pública del gobierno de Trump sobre esos ataques, el secretario Rubio enfatizó que Israel “tomó medidas unilaterales contra Irán”, y agregó que Estados Unidos “no estaba involucrado”.
Pero hace unos días Trump mencionó en sus redes sociales que Estados Unidos estaba en condiciones de asesinar cuando quisiera al líder supremo de Irán, el ayatollah Ali Khamenei, de 86 años. Y el sábado por la noche dejó en claro que contrariamente a la declaración previa del secretario Rubio, ahora Estados Unidos estaba involucrado de lleno en la situación.
Hoy, tras haber frenado la capacidad de enriquecimiento de uranio de Irán, Trump espera claramente aprovechar este momento de notable debilidad del régimen iraní, que permitió que los bombarderos norteamericanos B-2 entraran y salieran de territorio iraní sin casi enfrentar resistencia.
Tras la feroz represalia de Israel por los atentados terroristas del 7 de octubre de 2023 donde murieron más de mil civiles israelíes, Irán se vio repentinamente privado de sus aliados Hamas y Hezbollah, y su mayor aliado regional, el sirio Bashar al-Assad, tuvo que huir del país. Y Rusia y China, que tenían una alianza de conveniencia con Irán, se esfumaron tras el ataque de Israel.
En ese contexto, la única defensa que le quedaba a Irán era su programa nuclear, que siempre fue mucho más que un simple proyecto científico: era el símbolo de la resistencia iraní frente a Occidente y el corazón de los planes de sus líderes para aferrarse al poder. Junto con la represión de la disidencia, el programa nuclear se había convertido en la principal defensa de los herederos de la revolución iraní que comenzó en 1979. Si la toma de 52 rehenes norteamericanos fue la forma en que Irán enfrentó en 1979 a un adversario mucho más poderoso, el programa nuclear ha sido el símbolo de la resistencia durante las últimas dos décadas.
¿Una estrategia eficaz?
Algún día, los historiadores tal vez tracen una línea entre aquellas imágenes de los rehenes norteamericanos con los ojos vendados, retenidos durante 444 días, y el lanzamiento de bombas antibúnkeres GBU-57 sobre ese reducto montañoso llamado Fordo. Y probablemente se preguntarán si Estados Unidos, sus aliados o los propios iraníes podrían haber actuado de otra manera.
Y con toda seguridad se preguntarán si la apuesta de Trump tuvo éxito o no.
En el Congreso, las voces críticas ya cuestionaron su enfoque. El senador Mark Warner, el demócrata de mayor rango de la Comisión de Inteligencia del Senado, aseguró que Trump había actuado “sin consultar al Congreso, sin una estrategia clara, y sin tomar en cuenta las consistentes conclusiones de las agencias de inteligencia”, que señalaban que Irán no había tomado la decisión de dar el paso final hacia la construcción de una bomba.
Si Irán no está en condiciones de responder eficazmente al ataque, si el ayatollah empieza a perder el control del poder, o si el país renuncia a sus antiguas ambiciones nucleares, Trump sin duda se adjudicará el crédito y dirá que solo él estuvo dispuesto a hacer uso del poderío militar de Estados Unidos para cumplir un objetivo que sus cuatro predecesores consideraron demasiado riesgoso.
Pero hay otra posibilidad: que Irán se vaya recuperando lentamente, que los científicos nucleares que sobrevivieron sigan aplicando sus conocimientos en la clandestinidad, y que el país siga el camino trazado por Corea del Norte en su carrera para construir una bomba.
Según algunas estimaciones de inteligencia, hoy en día Corea del Norte posee más de 60 armas nucleares, un arsenal que probablemente la vuelve demasiado poderosa para ser atacada. Irán puede concluir que esa es la única vía para mantener a raya a las superpotencias que le son hostiles y evitar que Estados Unidos e Israel lleven a cabo una operación militar como la que iluminó los cielos iraníes el domingo por la mañana.
Traducción de Jaime Arrambide
Con su decisión, el presidente norteamericano lanzó una muestra de descarnado poderío militar que sus cuatro predecesores habían evitado deliberadamente El Mundo