Aunque los gatos tengan fama de independientes, su bienestar emocional depende profundamente del entorno en el que viven y de la relación con su cuidador. Son animales sensibles, capaces de experimentar ansiedad, miedo y tristeza, aunque lo disimulen entre siestas largas y silencios elegantes. Reconocer cuando algo no está bien es fundamental para evitar que el malestar se convierta en un problema de comportamiento o salud.
El portal especializado Experto Animal, dedicado al cuidado de mascotas en España, señala que los gatos expresan sus emociones a través de gestos mínimos: la forma en que mueven la cola, su postura al dormir o los sonidos que emiten. Detrás de cada movimiento hay una emoción que merece atención.
Cuando un gato deja de jugar, se esconde o evita el contacto con su entorno, algo ha cambiado. La pérdida de interés en sus juguetes o la tendencia a aislarse son señales de aburrimiento, estrés o tristeza. Algunos felinos reaccionan con agresividad leve, gruñidos, bufidos o pequeños mordiscos, como respuesta a la incomodidad o al miedo.

Otros comunican su malestar a través del cuerpo. Una cola baja o con movimientos bruscos refleja inseguridad o nerviosismo; una postura encorvada y el pelo erizado advierten que el gato se siente vulnerable.
Dormir con las patas delanteras dobladas bajo el cuerpo, aunque parezca una pose inofensiva, también puede ser un gesto de defensa, una manera de estar preparado ante cualquier sobresalto. Incluso los ojos hablan. Un parpadeo constante o los párpados semicerrados, lejos de ser una muestra de relajación, pueden indicar dolor o ansiedad. Es su forma silenciosa de pedir ayuda sin emitir un solo maullido.
Cambios en hábitos y rutinas
El apetito y el acicalamiento son dos de los termómetros más precisos del bienestar felino. Un gato que come más de lo habitual o, por el contrario, pierde el interés por la comida, podría estar expresando un desequilibrio emocional. De igual manera, si deja de acicalarse o lo hace en exceso hasta irritarse la piel, su cuerpo está mostrando señales de estrés o depresión.

El sueño también cambia. Dormir demasiado o buscar rincones extraños para hacerlo puede reflejar falta de seguridad. Los gatos felices suelen elegir lugares abiertos y cálidos; los tristes prefieren esconderse. Y aunque el ronroneo suele asociarse con satisfacción, no siempre es una expresión de alegría. En ocasiones, los especialistas advierten que los gatos ronronean para calmar su propia ansiedad, no para expresar placer.
Si un gato muestra varios de estos signos, lo primero es observar sin invadir. Forzar el contacto o intentar animarlo con exceso puede empeorar la situación. Lo más recomendable, según los expertos, es acudir al veterinario para descartar un problema físico y luego revisar los factores emocionales o ambientales que podrían estar afectándolo.

Un entorno estimulante y tranquilo marca la diferencia. Juguetes, rascadores, escondites y lugares elevados les permiten liberar energía y sentirse seguros. Mantener una rutina estable de alimentación, juego y descanso refuerza su confianza. También lo hace una comunicación suave, sin gritos ni movimientos bruscos, respetando siempre sus límites.
El afecto, en los gatos, se mide en gestos pequeños: el tiempo compartido, las caricias breves, la paciencia del silencio. Con cuidado y constancia, un gato que parecía distante puede volver a mirar con calma, a jugar, a comer con gusto. Y entonces, el hogar recupera ese sonido que todos los dueños extrañan cuando se apaga, el ronroneo genuino, el que nace de la tranquilidad.
*Por María Paula Lozano Moreno
Cambios en su conducta, apetito o postura pueden revelar que su gato atraviesa un momento de tristeza o estrés Mascotas

