El presidente de China, Xi Jinping, recibió a su par ruso, Vladimir Putin, como un “viejo amigo” en el complejo de Zhongnanhai, corazón del poder en Beijing. El encuentro simbolizó mucho más que un gesto diplomático: fue la reafirmación de la alianza estratégica entre ambas potencias y su decisión de actuar en bloque frente a la presión de Estados Unidos y sus aliados.
La relación entre Moscú y Beijing alcanzó una densidad inédita desde la invasión rusa a Ucrania en 2022, cuando el comercio bilateral y la cooperación energética se convirtieron en pilares para sostener a Rusia frente al cerco occidental. Ambos mandatarios resaltaron la confianza personal: uno habló de un “viejo amigo”, el otro de un “querido amigo”, dando forma a un vínculo político que se proyecta en clave estratégica.
El encuentro se produjo un día después de la cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS), celebrada en Tianjin, y en vísperas del desfile militar chino por el 80º aniversario del fin de la Segunda Guerra Mundial. Putin evocó esa memoria compartida: “Siempre estuvimos juntos, entonces, seguimos juntos ahora”.
China anunció además un beneficio concreto para Rusia: un régimen de acceso sin visa de 30 días para sus viajeros. El gesto, más allá de lo práctico, refuerza la narrativa de una alianza sólida en un contexto de sanciones crecientes contra Moscú y contra empresas chinas acusadas de sostener a la industria militar rusa.
Asimetría funcional
Uno de los anuncios centrales fue la firma de un memorando para construir un nuevo gasoducto que conectará Rusia con el mercado chino. El director ejecutivo de Gazprom, Alexei Miller, confirmó también acuerdos para aumentar entregas a través de rutas existentes, consolidando la dependencia energética de China respecto al gas ruso.
Este eje confirma lo que varios analistas llaman “asimetría funcional”: Moscú necesita con urgencia clientes alternativos a Europa, mientras que el gigante asiático aprovecha esa necesidad para asegurarse suministro estable y barato.
Tanto en Beijing como en la OCS (integrada por ocho países, entre ellos, Rusia, China e India), el mensaje compartido fue que China y Rusia enfrentan desafíos similares frente a Estados Unidos. “China y Rusia deben trabajar juntas para hacer frente a la presión de Washington”, afirmó Li Xin, director del Instituto de Estudios Europeos y Asiáticos de la Universidad de Ciencias Políticas y Derecho de Shanghái.
La estrategia no apunta a destruir el orden mundial, sino a reformarlo. Xi propuso un “sistema de gobernanza global más justo y equitativo”, buscando sumar a los países emergentes que se sienten relegados por un statu quo dominado por Estados Unidos desde la posguerra.
La política del presidente estadounidense Donald Trump añade un matiz singular. Su enfoque poco ortodoxo de la guerra en Ucrania no debilitó la alianza chino-rusa, mientras que sus fuertes aranceles contra Beijing y Nueva Delhi acercaron a estos países a Rusia.
El primer ministro indio, Narendra Modi, compartió agenda con Xi y Putin en Tianjin, aunque evitó asistir al desfile militar chino. Pese a los matices, India también se ha visto empujada hacia la órbita asiática como respuesta a la política comercial de Washington.
Memoria histórica
La cumbre estuvo enmarcada por recuerdos de la Segunda Guerra Mundial. Aunque la Unión Soviética se mantuvo neutral en gran parte del conflicto en Asia, colaboró con China contra Japón en los años ’30 y declaró la guerra a Tokio en 1945. Ese relato histórico hoy refuerza la idea de continuidad en la alianza bilateral.
Xi y Putin participaron, además, de una reunión tripartita con el presidente mongol Khurelsukh Ukhnaa. Putin destacó los lazos con ese país enclavado entre los dos gigantes, que en 2024 desoyó la orden de arresto de la Corte Penal Internacional contra el líder ruso.
La cumbre dejó claro que la relación sino-rusa se sostiene en el pragmatismo económico, los intereses energéticos y los objetivos comunes frente a Occidente. Ni China ni Rusia tienen hoy capacidad de remodelar el orden mundial, pero juntos presionan por reformas que los beneficien.
Analistas políticos coinciden en que la fotografía de Xi y Putin en Zhongnanhai no fue solo un gesto de amistad personal. Fue la imagen de dos potencias que, desde historias paralelas y necesidades distintas, decidieron caminar juntas frente al desafío estadounidense.
El presidente de China, Xi Jinping, recibió a su par ruso, Vladimir Putin, como un “viejo amigo” en el complejo de Zhongnanhai, corazón del poder en Beijing. El encuentro simbolizó mucho más que un gesto diplomático: fue la reafirmación de la alianza estratégica entre ambas potencias y su decisión de actuar en bloque frente a la presión de Estados Unidos y sus aliados.La relación entre Moscú y Beijing alcanzó una densidad inédita desde la invasión rusa a Ucrania en 2022, cuando el comercio bilateral y la cooperación energética se convirtieron en pilares para sostener a Rusia frente al cerco occidental. Ambos mandatarios resaltaron la confianza personal: uno habló de un “viejo amigo”, el otro de un “querido amigo”, dando forma a un vínculo político que se proyecta en clave estratégica.El encuentro se produjo un día después de la cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS), celebrada en Tianjin, y en vísperas del desfile militar chino por el 80º aniversario del fin de la Segunda Guerra Mundial. Putin evocó esa memoria compartida: “Siempre estuvimos juntos, entonces, seguimos juntos ahora”.China anunció además un beneficio concreto para Rusia: un régimen de acceso sin visa de 30 días para sus viajeros. El gesto, más allá de lo práctico, refuerza la narrativa de una alianza sólida en un contexto de sanciones crecientes contra Moscú y contra empresas chinas acusadas de sostener a la industria militar rusa.Asimetría funcionalUno de los anuncios centrales fue la firma de un memorando para construir un nuevo gasoducto que conectará Rusia con el mercado chino. El director ejecutivo de Gazprom, Alexei Miller, confirmó también acuerdos para aumentar entregas a través de rutas existentes, consolidando la dependencia energética de China respecto al gas ruso.Este eje confirma lo que varios analistas llaman “asimetría funcional”: Moscú necesita con urgencia clientes alternativos a Europa, mientras que el gigante asiático aprovecha esa necesidad para asegurarse suministro estable y barato.Tanto en Beijing como en la OCS (integrada por ocho países, entre ellos, Rusia, China e India), el mensaje compartido fue que China y Rusia enfrentan desafíos similares frente a Estados Unidos. “China y Rusia deben trabajar juntas para hacer frente a la presión de Washington”, afirmó Li Xin, director del Instituto de Estudios Europeos y Asiáticos de la Universidad de Ciencias Políticas y Derecho de Shanghái.La estrategia no apunta a destruir el orden mundial, sino a reformarlo. Xi propuso un “sistema de gobernanza global más justo y equitativo”, buscando sumar a los países emergentes que se sienten relegados por un statu quo dominado por Estados Unidos desde la posguerra.La política del presidente estadounidense Donald Trump añade un matiz singular. Su enfoque poco ortodoxo de la guerra en Ucrania no debilitó la alianza chino-rusa, mientras que sus fuertes aranceles contra Beijing y Nueva Delhi acercaron a estos países a Rusia.El primer ministro indio, Narendra Modi, compartió agenda con Xi y Putin en Tianjin, aunque evitó asistir al desfile militar chino. Pese a los matices, India también se ha visto empujada hacia la órbita asiática como respuesta a la política comercial de Washington.Memoria históricaLa cumbre estuvo enmarcada por recuerdos de la Segunda Guerra Mundial. Aunque la Unión Soviética se mantuvo neutral en gran parte del conflicto en Asia, colaboró con China contra Japón en los años ’30 y declaró la guerra a Tokio en 1945. Ese relato histórico hoy refuerza la idea de continuidad en la alianza bilateral.Xi y Putin participaron, además, de una reunión tripartita con el presidente mongol Khurelsukh Ukhnaa. Putin destacó los lazos con ese país enclavado entre los dos gigantes, que en 2024 desoyó la orden de arresto de la Corte Penal Internacional contra el líder ruso.La cumbre dejó claro que la relación sino-rusa se sostiene en el pragmatismo económico, los intereses energéticos y los objetivos comunes frente a Occidente. Ni China ni Rusia tienen hoy capacidad de remodelar el orden mundial, pero juntos presionan por reformas que los beneficien.Analistas políticos coinciden en que la fotografía de Xi y Putin en Zhongnanhai no fue solo un gesto de amistad personal. Fue la imagen de dos potencias que, desde historias paralelas y necesidades distintas, decidieron caminar juntas frente al desafío estadounidense. La Voz

